lunes, 12 de abril de 2010

(Re) Génesis

S. descubrió un sentimiento que venía amazando desde temprano y reventó con una pequeña desilusión a la que no le dio mucha importancia.
Descubrió las ganas de romper que tenía.
Romper.
Un gran gran amigo, A. O., le comentó una vez que le encantaba la palabra "romper" y que en esos momentos necesitaba romper con muchas cosas. Y así, recordando esas palabras, se sintió S. esa noche de abril.
Romper con muchas cosas, claro. Romper con las relaciones y los pensamientos estériles, vacíos de contenido. Romper con estructuras ordenadas y actitudes adultas, y alimentar sueños pueriles. Romper con una sociedad podrida. Romper con el odio. Romper un plato. Romper con la gente con la que imaginó hilos rojos. Romper las pelotas.

Porque S. después de que rompió, reconoció que inmediatamente viene la mejor parte: la de la creación. La potencialidad de la creatividad, que no es sólo un don del artista sino una esencia del ser humano, que se rompe para volver a nacer.

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